Temprano en mi carrera aprendí que mi fuerte en el golf era el juego corto. Era muy bueno con el putter y me podía acercar a la bandera desde casi cualquier lugar. Los demás en el tour solían decir que podía sacar una pelota de un tacho de basura. Luchaba mucho con mi driver y mis hierros largos, y debido a eso estaba constantemente peleando para acercar la pelota al green, pero mi juego corto era lo que parecía salvarme siempre.
La razón principal era mi loco swing. Ken Venturi, uno de los comentadores de la televisión, solía llamarme el “bailarín”. Tenía la mala costumbre de deslizar mi pie derecho hacia atrás de mi tobillo izquierdo cuando bajaba en el swing. En la cima del swing mi palo apuntaba 50 yardas a la izquierda del objetivo, y para compensarlo cuando volvía, tenía que deslizar mi cadera hacia delante en el swing para que el palo pudiese pegarle a la pelota. Mi swing era una atrocidad y me hizo fallar muchos greens.
Recuerdo cuando jugué contra Tom Watson la ronda final del Western Open en Chicago en el 1977. Tom era tan suave como siempre, pero yo me paseaba por todos lados. No podía acertar un green ni aunque mi vida dependiese de ello. Inclusive envié una pelota al agua y me vi forzado a dropear, aun así logre reponerme para lograr un par. Demostré ser un gran escapista ese día. Terminé un golpe atrás de Tom en el torneo y quedé en segundo lugar. Fue un gran sentimiento, pero me fui deseando haber jugado mejor, que mi juego largo hubiese cooperado.
Un profesional a quien yo admiraba se me acerco un tiempo después y me dijo: “Wally, tienes un juego corto de un millón de dólares. Si pudieses mejorar tu swing y acertar mas greens por ronda, podrías ganar muchos torneos”.
Cuando escuché ese comentario una llama se encendió en mi corazón y comencé a poner todo mi esfuerzo en arreglar mi swing, descubriendo mis fallas y trabajando para superarlas. Pase horas en el driving range pegando pelota tras pelota, concentrándome en dejar derecha la cabeza del palo al llegar arriba, y dejando mi pie firme en el piso. Luego de un tiempo, comenzaron a mejorar mis tiros largos, acertaba más fairways desde el tee. Así que continué trabajando en ello, mes tras mes, maestro tras maestro.
Pero en mi empeño por mejorar, descuidé mi juego corto, y de pronto, no podía acercarme tanto al hoyo como lo hacía antes. Mis chippings y putters comenzaron a sufrir. Estaba acertando mas greens en regulación, y mis scores deberían haber mejorado, pero no lo hicieron, solo empeoraron. Mi juego comenzó a deteriorarse y continuó empeorando hasta que finalmente perdí mi puesto en el tour.
En mis esfuerzos por mejorar mis debilidades, descuidé mis áreas fuertes. Me había olvidado que mi juego corto era el que me había llevado al tour, y nunca debí darlo por sentado. Un jugador siempre debe luchar por mejorar las partes débiles de su juego, pero nunca a expensas de sus áreas fuertes.
Esta fue una lección aprendida a la fuerza para mi; una que nunca voy a olvidar.
Tomado de 'EL CORAZON DEL GOLFISTA'
Por WALLY ARMSTRONG
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